DESARROLLO DE POTENCIALIDADES HUMANO
Al nacer, todo ser humano posee un sinnúmero de capacidades en potencia que yacen latentes esperando ser actualizados durante el crecimiento y desarrollo del individuo y que le son, en conjunto, únicas e irrepetibles. Más aún, tiene la capacidad todavía no realizada, de darse cuenta tanto de la existencia de cada una de estas potencialidades como de la ocurrencia de los procesos a los que éstas dan lugar en sí mismas.
El desarrollo de las potencialidades de los seres humanos es crucial para hacer realidad los procesos de transformación, ya que el crecimiento abarca diversos campos de posibilidades: físicos, estéticos, morales, afectivos, del carácter, de la psicomotricidad, del intelecto, del trabajo, entre otros, estos derechos son parte integral de un sistema de vínculos que tiende a la autoconservación de la especie y al establecimiento de relaciones más productivas.
Sin embargo, lo que permite al hombre desarrollar y utilizar sus potencialidades es la energía que lo anima y vitaliza: que distingue lo animado de lo inanimado, que hace posible que el individuo sueñe, luche, sonría, ame; esa energía que todos conocemos, cuya fuente se encuentra más allá de nuestra comprensión.
La energía vital, cuyo objetivo fundamental es la autorrealización del individuo, también puede manifestarse en forma negativa y desagradable cuando la persona se siente amenazada, frustrada y no encuentra un camino productivo de expresión. En estos casos puede manifestarse mediante el odio, la agresión, la destructividad, el rencor, la envidia, el desprecio, la venganza y aun el asesinato y el suicidio.
Así pues, desde su nacimiento el hombre cuenta con un conjunto de capacidades en potencia que tiende a desarrollar para autorrealizarse, gracias a la energía vital que lo anima. Sin embargo para crecer y madurar tiene que recorrer un largo camino en el que habrá un gran número de factores que intervendrán en su desarrollo.
Para alcanzar la autorrealización deberá usar tales factores como peldaños hacia la superación; solo en esta forma alcanzará un día la perfecta armonía.
Aptitudes y actitudes. Otra parte de ese potencial lo intuimos. Sabemos que está ahí por que constantemente vemos su rastro, ya sea en nosotros mismos o en otras personas. Es lo que habitualmente conocemos como aptitudes. Es decir las tendencias naturales que una persona tiene para realizar determinadas actividades con mayor acierto que los demás.
Las aptitudes son, en realidad, una manera intuitiva de aplicar y utilizar ese potencial en una actividad concreta. Cuando el aprovechamiento del potencial coincide con un trabajo o profesión lo bautizamos como vocación. Sin embargo, no todos llegamos a identificar, o darle salida a nuestro potencial en forma de aptitud o vocación, quizá por que no a todos les aflora a la superficie de forma evidente, o quizá por que no todo el mundo tiene los medios suficientes para hacerlo aflorar. Pero sería un error limitar el potencial humano a las aptitudes y la vocación.
El motivo es sencillo: aunque sólo unos cuantos poseen o encuentran eso que llamamos aptitudes o vocación, el potencial es algo tan común y natural como tener cerebro y saber utilizarlo ¿Saber utilizarlo? No, no se trata de una ironía malintencionada, sino de una sutil realidad. Todos tenemos un pequeño, pero extraordinario, cerebro humano en nuestra cabeza, y sólo por el hecho de estar ahí, ya está funcionando. El cerebro regula las funciones vitales de nuestro cuerpo y también nos permite sentir, ver, desplazarnos, actuar e interrelacionarnos con el mundo que nos rodea.
Junto a estas funciones vitales, sensoriales y de acción, realizamos otras muchas.
Por lo tanto, el hecho de tener cerebro y que funcione no es lo mismo que saber utilizarlo: que
distingue lo animado de lo inanimado, que hace posible que el individuo sueñe,
luche, sonría, ame; esa energía que todos conocemos, cuya fuente se encuentra
más allá de nuestra comprensión.
La energía vital, cuyo objetivo fundamental es
la autorrealización del individuo, también puede manifestarse en forma negativa
y desagradable cuando la persona se siente amenazada, frustrada y no encuentra
un camino productivo de expresión. En estos casos puede manifestarse mediante
el odio, la agresión, la destructividad, el rencor, la envidia, el desprecio,
la venganza y aun el asesinato y el suicidio. Así pues, desde su nacimiento el
hombre cuenta con un conjunto de capacidades en potencia que tiende a
desarrollar para autorrealizarse, gracias a la energía vital que lo anima. Sin
embargo para crecer y madurar tiene que recorrer un largo camino en el que
habrá un gran número de factores que intervendrán en su desarrollo.
Para
alcanzar la autorrealización deberá usar tales factores como peldaños hacia la
superación; solo en esta forma alcanzará un día la perfecta armonía.
Aptitudes y actitudes. Otra parte de ese potencial lo
intuimos. Sabemos que está ahí por que constantemente vemos su rastro, ya sea
en nosotros mismos o en otras personas. Es lo que habitualmente conocemos como
aptitudes. Es decir las tendencias naturales que una persona tiene para
realizar determinadas actividades con mayor acierto que los demás.
Las
aptitudes son, en realidad, una manera intuitiva de aplicar y utilizar ese
potencial en una actividad concreta. Cuando el aprovechamiento del potencial
coincide con un trabajo o profesión lo bautizamos como vocación. Sin embargo,
no todos llegamos a identificar, o darle salida a nuestro potencial en forma de
aptitud o vocación, quizá por que no a todos les aflora a la superficie de
forma evidente, o quizá por que no todo el mundo tiene los medios suficientes
para hacerlo aflorar. Pero sería un error limitar el potencial humano a las
aptitudes y la vocación.
El motivo es sencillo: aunque sólo unos cuantos poseen
o encuentran eso que llamamos aptitudes o vocación, el potencial es algo tan
común y natural como tener cerebro y saber utilizarlo ¿Saber utilizarlo? No, no
se trata de una ironía malintencionada, sino de una sutil realidad. Todos
tenemos un pequeño, pero extraordinario, cerebro humano en nuestra cabeza, y
sólo por el hecho de estar ahí, ya está funcionando.
El cerebro regula las
funciones vitales de nuestro cuerpo y también nos permite sentir, ver, desplazarnos,
actuar e interrelacionarnos con el mundo que nos rodea. Junto a estas funciones
vitales, sensoriales y de acción, realizamos otras muchas. Por lo tanto, el
hecho de tener cerebro y que funcione no es lo mismo que saber utilizarlo.